Suele afirmarse, y no sin acierto, que el gobierno de China lleva planeando, cuidadosamente y desde hace tiempo, la situación que actualmente puede visualizarse a través de los medios de comunicación. En Shanghai se está produciendo un auténtico drama humano, y no parece que el genio estratégico del gobierno chino esté dando buenos resultados de manera inmediata.

A pesar de que el resto del mundo ha vuelto, por decirlo de alguna forma, a “reabrir”, más de 20 millones de personas se encuentran en cuarentena en esa ciudad, atrapadas en sus apartamentos, casas, hogares… Se ha producido una situación inédita de escasez de alimentos y medicamentos que, ni siquiera la censura gubernamental, puede ocultar. La política de “cero covid” se ha convertido en una ratonera, en un callejón sin salida que el Partido Comunista no sabe o no quiere resolver.
China se enfrenta a tres grandes problemas, sobre todo este año. La pandemia, una economía que no acaba de funcionar, y la guerra en Ucrania. Si se analiza bien, existe una conexión entre ellos. China ha mostrado un compromiso (rayando lo obsesivo, dirían algunos) por el control de la población (incluso en su ámbito privado) que ha mostrado unos resultados dudosos. Las acciones de China para enfrentar estas situaciones están poniendo de manifiesto la existencia de un sistema con tintes que algunos tildarían de autoritario, que está mostrando vulnerabilidades y debilidades de cara al exterior.
Este es un año decisivo para el presidente de China. En otoño se espera que se celebre el congreso del partido comunista, como paso previo para renovar su mandato por tercera vez… Todo un desafío si tenemos en cuenta que se derogaron las normas preestablecidas que estipulaban un máximo de dos mandatos para el presidente, asegurándole así el camino hacia el poder vitalicio. Pero para que esta “coronación” pueda producirse con todas las garantías, China debe encontrarse en una situación estable y favorable.
La pandemia
Si se observa con perspectiva, se puede pensar que el señor Xi ha triunfado. China puede presumir de una de las tasas de mortalidad por covid-19 más bajas, y de una economía que ha crecido más que cualquier otra en el G-20 desde 2018. Conforme Europa se va sumergiendo en una guerra evitable, China se mantiene aislada, aparte y segura, con un arsenal nuclear en crecimiento y con un músculo financiero envidiable para proyectar su influencia desde el Pacífico hasta el Caribe.
Sin embargo, si se observa atentamente, en el último año China ha mostrado al mundo tanto sus debilidades como sus fortalezas. Con la pandemia, por ejemplo, desde que el virus fue detectado en Wuhan, China ha establecido una estrategia de “cero covid”. Este hecho ha provocado que China cerrara sus fronteras durante, aproximadamente, dos años; los brotes se han combatido con duras cuarentenas así como pruebas masivas de carácter obligatorio. El férreo control llevado a cabo posibilitó a principios de año, en gran parte, una situación de “covid free” para la mayoría, a costa, eso sí, de recortar derechos y libertades de sus ciudadanos, y de causar un inmenso dolor a los ciudadanos que han tenido que soportar cuarentenas obligatorias, aislamiento y la muerte de sus mascotas.

Pero los brotes se están volviendo cada vez más difíciles de controlar. Además de Shanghai, cinco provincias más tienen cuarentenas parciales y Guangzhou ha cerrado ya sus escuelas. Pero el problema sigue en aumento, al menos 150 millones de personas están afectadas. Después de conceder autonomía a Shanghai para gestionar su cuarentena, el señor Xi ha recuperado el control. El pueblo chino no está preparado para vivir con covid, por lo que es muy probable que se redoblen las campañas de vacunación, sin contar con un aislamiento indefinido de la población y repetidos toques de queda.
La economía
El resultado inmediato de estas cuarentenas es que se está produciendo un enorme daño al crecimiento económico del país. Industrias tan potentes como la tecnológica, ahora está en una situación de serias dificultades, ya que las diez empresas más grandes del país han perdido cerca de 2 billones de dólares en valor de mercado, y muchas grandes empresas han paralizado su crecimiento a nuevas áreas económicas. La complicada situación y la enorme regulación normativa está ahogando económicamente al país. Téngase en cuenta que esas diez empresas tecnológicas cotizan a un 50% por debajo que sus homólogas estadounidenses.
No obstante lo anterior, China espera crear una nueva generación de emprendedores leales que sigan los estrictos objetivos del Partido, dotándolos de ayudas, incentivos subsidios, etc. Decenas de miles de estas empresas que se están creando en las ciudades del interior, que se supone que están a la vanguardia en la tecnología, la robótica y la inteligencia artificial.
La guerra de Ucrania
El último problema tiene que ver con Ucrania y la política exterior. El señor Xi se ha alineado con Rusia, y cree que Occidente está en declive. Sin embargo, esta posición empeorará aún más las relaciones con Estados Unidos y Europa, potentes mercados que China necesita. Existe la esperanza de que Europa se desligue del yugo americano, pero la guerra ha reactivado la OTAN y la colaboración transatlántica en materia de energía. La imagen exterior de China se está viendo afectada negativamente, y se teme que, más pronto que tarde, acabe involucrándose en el conflicto bélico iniciado.

Conclusión
A pesar de los problemas existentes, no es acertado subestimar a China. Posee un gobierno centralizado que le permite concentrar grandes recursos en tareas estratégicas, desde construir una armada hasta dominar el negocio de las baterías. La opinión pública puede ser movilizada en una dirección concreta, y eso es poder. Por otro lado, su mercado interno permite a las empresas lograr beneficios económicos sin abandonar su hogar; y su enorme potencial siempre tentará a las empresas exteriores a estar presentes. Su atractivo económico es innegable.
Tampoco hay que perder de vista la acumulación de poder por el señor Xi, y el nuevo rumbo que está tomando el gobierno de China. Solo hay que mirar a la ciudad más grande, a Shanghai, a sus calles desiertas, para preguntarse cómo se ha podido llegar a esos extremos.