La guerra de Ucrania está provocando muchos cambios en la vida de las personas, no solo a nivel local, también a nivel general. La guerra iniciada está minando el sistema alimentario global, ya golpeado por la pandemia de Covid-19, el cambio climático y un incipiente shock energético. La catástrofe alimentaria que se acerca es un hecho.

Las exportaciones de trigo y aceites de Ucrania están, prácticamente, detenidas; y las de Rusia se encuentran amenazadas. Ambos países suministran, aproximadamente, el 12% del mercado alimentario global. A lo anterior hay que añadir que los precios del trigo se han incrementado cerca de un 60% desde comienzos de año, como consecuencia de que India suspendiera las exportaciones debido a un alza alarmante de las temperaturas.
Se prevé una gran crisis, de mucha gravedad, en el corto y medio plazo. Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, advirtió el pasado 18 de mayo que en los próximos meses se espera una podría durar escasez de alimentos a nivel mundial que años.
La inflación está afectando a los alimentos básicos, lo que implica millones de personas ya no tengan una seguridad en obtener suficiente comida. La hambruna está llamando a la puerta de mucha gente alrededor del mundo. Si, como se espera, la guerra y la situación energética global se agudizan, cientos de millones de personas más podrían caer en la pobreza en un cortísimo período de tiempo. Esta situación provoca mucha inquietud. Una situación de hambruna generalizada se acerca al mundo en breve.
Rusia y Ucrania suministran el 28% del trigo comercializado a nivel mundial, el 29% de la cebada, el 15% del maíz y el 75% del aceite de girasol. Rusia y Ucrania aportan cerca de la mitad de los cereales importados por Líbano y Túnez; para Libia y Egipto, la cifra es de dos tercios, mayor. Las exportaciones de alimentos de Ucrania proporcionan las calorías necesarias para alimentar a 400 millones de personas. La guerra está interrumpiendo estos suministros.
Por otro lado, China, el principal productor de trigo, ha afirmado recientemente que, después de las lluvias que arrasaron las cosechas el pasado año, sus cultivos están pasando por una crisis sin precedentes. India, el segundo mayor productor del mundo, ha sido azotada por una ola de calor asfixiante. La falta de lluvia generalizada a nivel mundial está amenazando los cultivos del trigo. Y, por si fuera poco, La zona del cuerno de África está padeciendo su peor sequía en décadas. Aparentemente, existe una sincronización de eventos naturales sorprendentes a lo largo del mundo, que está provocando esta “tormenta perfecta”.
Los pobres sufrirán las consecuencias. Las familias de economías emergentes destinan el 25% de sus presupuestos a la compra de alimentos, y en África subsahariana, hasta el 40%. En Egipto, el pan aporta el 30% de todas las calorías que se consumen. En muchos países importadores, los gobiernos no disponen de los subsidios necesarios para aumentar la ayuda a los necesitados, especialmente si también tienen que hacer frente a los altos precios de la energía, otro sector en crisis.
La crisis, desgraciadamente, amenaza con empeorar sus previsiones. La situación provocada por la guerra de Ucrania no es la más favorable. Ucrania ya había enviado gran parte de la cosecha del verano pasado antes de la guerra. Rusia todavía está logrando vender su grano, a pesar de los costos y riesgos adicionales para los transportistas. Sin embargo, los silos ucranianos que no han sido dañados por los combates están llenos de maíz y cebada. Los agricultores no tienen dónde almacenar su próxima cosecha, que se espera que comience a finales de junio, por lo que puede podrirse. Y carecen de combustible y mano de obra para plantar la siguiente. Rusia, por su parte, puede tener problemas con para adquirir semillas y plaguicidas, que suele adquirir de la Unión Europea.
La subida de los precios de los fertilizantes y la energía, están capando las escasas posibilidades de recuperación en el resto del mundo, ya que disminuyen con mucho las ganancias de los productores en otras partes del mundo. Los costos de la agricultura se están elevando, y a muchos productores ya no les renta continuar con sus negocios. Si los agricultores reducen el uso de fertilizantes, las cosechas serán malas y escasas.
Esta situación de crisis internacional está provocando una oleada de respuestas políticas no muy acertadas, dirigidas, principalmente, por el miedo. Por ejemplo, desde que comenzó la guerra, 23 países de Kazajistán hasta Kuwait han declarado restricciones severas en las exportaciones de alimentos que cubren el 10% de las calorías comercializadas a nivel mundial. Más de un quinto de todas las exportaciones de fertilizantes están restringidas. Si el comercio se detiene, aparecerá la hambruna generalizada en breve.
Las líneas de actuación deben ser rápidas. Los Estados tienen que actuar en conjunto, comenzando por mantener los mercados abiertos y en funcionamiento. Por ejemplo, Indonesia, que produce alrededor del 65% del aceite de palma del mundo, ha levantado una prohibición temporal de las exportaciones. En Europa se debería facilitar el envío de grano por ferrocarril, desde Ucrania. Se debería facilitar la financiación de las importaciones y promover la quita de la deuda de algunos países que posibilite la liberación de recursos esenciales.
Debería evitarse que los cereales y los aceites vegetales se utilicen para fabricar biocombustibles, especialmente en países como Finlandia y Croacia. También hay que tener en cuenta que una cantidad enorme de cereales se utiliza para alimentar a los animales; en el año 2021, por ejemplo, China importó 28 millones de toneladas de maíz para alimentar a su ganado porcino, más de lo que exporta Ucrania en un año.
Sería deseable romper el bloqueo que actualmente existe en el Mar Negro. Alrededor de 25 millones de toneladas de maíz y trigo, equivalente al consumo anual de todas las economías menos desarrolladas del mundo, están atrapadas en Ucrania.
Rusia, Ucrania y Turquía deben ponerse de acuerdo para permitir un desbloqueo lo antes posible, antes de que la situación pueda empeorar. Pero eso no parece fácil, al menos a corto plazo. Rusia está tratando de estrangular la economía de Ucrania. Ucrania no quiere limpiar sus mina.
Nos encontramos al borde de una situación sin precedentes en el mundo que, de no atajarse ya, traerá consecuencias muy duras para todos los habitantes del mundo. Es tarea de todos, y no de unos pocos con poderosos intereses en que una situación así se cronifique o se resuelva rápidamente.